
La estabilidad de ingresos y tener otra vivienda en propiedad son puntos a favor
Quién no ha soñado con llegar a la jubilación y alejarse del mundanal ruido comprando una casa en la playa o en la montaña. Para quienes logren culminar su etapa activa cuando ellos y no la empresa decida y con ahorro suficiente, es obvio que problemas para adquirir esa nueva vivienda no hay ninguno. Las dudas surgen si para hacer realidad ese anhelo hace falta contratar una hipoteca.
Según un análisis realizado por el portal Casaktua, el préstamo es posible porque las entidades bancarias suelen conceder esta clase de financiación, aunque las condiciones varían. La primera gran diferencia es los plazos a los que el banco suele acceder a otorgar estos préstamos por razones obvias. La banca es frecuente que exija que ninguno de los titulares del préstamo sobrepase los 70-75 años al finalizar el pago (algunas entidades sitúan el tope en 80 años). De esta manera, lo más frecuente es que estas hipotecas no suelan exceder de los 10 años, como mucho 15 si se está prejubilado.
Un problema más habitual, además del plazo de amortización, es el porcentaje de dinero que presta el banco en relación con el valor de tasación. Las entidades no son partidarias de conceder a estos perfiles más del 50% del valor de tasación del inmueble, para asegurarse una mayor facilidad de pago. Si no dispone de ahorros suficientes, este puede ser un gran escollo para la compra, salvo que los ingresos regulares (pensión u otros planes de ahorro) sean muy elevados.
Disponer ya de una vivienda en propiedad sobre la que no pesen otras hipotecas suele allanar el camino bastante. Lo aconsejable si ya no se va a utilizar, es venderla para aumentar el porcentaje de ahorro que se aporta a la compra de la segunda. Además, los mayores de 65 años están exentos de tributar en el IRPF por la plusvalía que obtendrían con dicha venta. También puede poner su casa habitual en alquiler y con esa renta completar el pago de la hipoteca de su casa de retiro.
Por último, estas hipotecas, al ser más cortas, los intereses a pagar serán mucho menores que en una a 30 años. En cuanto a los productos vinculados, el comprador se ahorrará el seguro de vida, ya que éste solo cubre hasta una edad límite de 65 años. Además, el seguro de amortización solo cubrirá a la persona hasta los 70 años.
Los prejubilados son los que mayores opciones tienen
Entre los pros destaca el hecho de ser prejubilado, ya que al situarse entre la franja de 55 a 65 años, el margen para pagar el préstamo en opinión de los bancos es mayor. Además, estos trabajadores suelen tener un perfil socioeconómico medio o medio-alto y habitualmente cobran tramos más elevados de pensión.
Como es lógico, cuantos más ingresos se obtengan, menos dificultades para endeudarse. La banca considera la pensión pública un salario garantizado, por lo que el riesgo de impago es menor y eso lo tienen en cuenta las entidades. Otro factor que ayuda es contar además con un plan de pensiones privado que dé un empuje a los ingresos y permita afrontar de manera más holgada la cuota mensual.
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